El tiempo es secuencial solamente donde existe el espacio y donde hay formas, y su interacción dinámica. En este caso específico, estamos hablando acerca de nuestro plano material tridimensional. Fuera del mundo de las formas, el “flujo” del tiempo – como una secuencia cronológica – no tiene sentido, y existe en concordancia con diferentes dinámicas y significado.
El tiempo es el primer efecto de la reunión de leyes, desde donde nace el mundo de las formas. Dentro del tiempo, cada forma – desde su primera manifestación y percepción – determina el comienzo del flujo, donde causa y efecto hacen realidad el vínculo temporal entre un acontecimiento y otro, dentro de un plano preciso de existencia.
Con el nacimiento de la Física Cuántica, la física moderna comienza a comprender la infinidad de relaciones entre las formas, espacio y tiempo, en donde las causas y efectos no siguen solamente una sola dirección o una secuencia concordando con nuestro sentido común.
Nuestra percepción está bastante acostumbrada al primer punto: es cuestión de considerar el tiempo solo en su función como un flujo, desde el pasado hasta el futuro. Estamos inmersos en un río-de-tiempo, y participamos en su constante flujo. Vemos lo que convencionalmente llamamos “historia”, a través de nuestra memoria personal, colectiva y convencional, así como nuestra percepción.
El pasado y el futuro no existen ya: solo el presente. Cada acontecimiento está presente y todos los acontecimientos son simultáneos. Están allí afuera, definiendo una especie de geografía temporal. Todo el universo, todas las posibilidades de manifestación de las formas y todos los acontecimientos están presentes en lo que llamamos “el mar del tiempo”.
Dentro del eterno presente, cada objeto no es nada sino virtual e imaginable, en cualquier clase de su posible manifestación, dentro de las dimensiones materiales.