El resentimiento es de las cargas más pesadas que una
persona puede llevar consigo. Físicamente nos enferma, mental y emocionalmente
nos deprime, y espiritualmente nos estanca. Es por esto que aprender a perdonar
es muy importante, y aunque pueda ser no muy fácil para algunos, es posible y
sanador.
Cuando hablamos de perdón, hablamos de dejar ir dolor. Debemos perdonarnos a nosotros mismos y a los demás, al igual que pedir perdón
a otros por el daño que le podamos haber ocasionado.
El perdón hacia nosotros mismos es esencial. Nos permite
liberarnos de la culpa, las expectativas y la necesidad de ser perfectos. Nos
ayuda a querernos y ayudarnos más, y por lo tanto a abrir nuestros corazones a
los demás también.
Igualmente, el perdón hacia los demás nos libra de ataduras.
Es el resentimiento lo que nos mantiene apegados a aquellas situaciones o
personas que no queremos perdonar. Estar resentidos nos lleva también algunas
veces a cultivar pensamientos bajos de venganza, y a vivir en constante agonía
y desconfianza hacia el mundo, por miedo a que nos vuelvan a herir.
Recuerde que parte de ser espiritual, es reconocer nuestra
conexión con mundo entero y a los demás. Cuando herimos a alguien más, nos
herimos nosotros mismos, y por la ley del karma, todo es parte del mismo
ciclo. Nuestra capacidad de compasión también nace del perdón.
El perdón no nos viene fácil a la mayoría de nosotros y que cada vez que alguien nos lastima, quedamos con un sentimiento de herida, ira y venganza. Nos es muy difícil pasar por alto la herida que alguien nos ha infligido. Pero el perdón no es olvido, es simplemente soltar la herida. No es algo que damos a otros sino a nosotros mismos.