La fuente de toda creación es la conciencia pura, la
potencialidad pura que busca expresarse
para pasar de lo inmanifiesto a lo manifiesto. Y cuando nos damos cuenta de que nuestro verdadero yo es la
potencialidad pura, nos alineamos con el poder que lo expresa todo en el Universo.
El Universo opera por
medio de un intercambio dinámico. Dar y recibir son aspectos diferentes del
flujo de energía en el Universo. Y si estamos dispuestos a dar aquello que
buscamos, mantendremos la abundancia del Universo circulando en nuestra vida.
Cada acción genera una fuerza de energía que regresa a
nosotros de igual manera. Cosechamos lo que sembramos. Y cuando optamos por
acciones que les producen alegría y
éxito a los demás, el fruto de nuestro karma es también alegría y éxito.
La inteligencia de la naturaleza funciona con toda
naturalidad, con despreocupación, con armonía y con amor. Y cuando aprovechamos
las fuerzas de la armonía, la alegría y el amor, creamos éxito y buena fortuna
con gran facilidad.
Inmanente en toda intención y en todo deseo está el
mecanismo para su realización, la intención y el deseo en el campo de la
potencialidad pura tienen el infinito poder organizador. Y cuando introducimos una
intención en el suelo fértil de la potencialidad
pura, ponemos a trabajar para nosotros ese infinito poder organizador.
La sabiduría de la incertidumbre reside en el desapego, en
la sabiduría de la incertidumbre reside
la liberación del pasado, de lo conocido, que es la prisión del condicionamiento
anterior. Y en nuestro deseo de ir hacia lo desconocido, el campo de todas las posibilidades, nos entregamos a la
mente creativa, que orquesta la danza del Universo.
Todo el mundo tiene un propósito en la vida, un don único o
talento especial para ofrecer a los
demás. Y cuando combinamos ese talento único con el servicio a los demás, experimentamos el éxtasis y el júbilo
de nuestro propio espíritu, que es la meta última de todas las metas.
El éxito en la vida podría definirse como el crecimiento
continuo de la felicidad y la realización
progresiva de unas metas dignas. El éxito es la capacidad de convertir en realidad los deseos fácilmente.
No obstante, el éxito, incluyendo la creación de la riqueza,
siempre se ha percibido como un proceso que requiere mucho esfuerzo, y que
muchas veces se logra a expensas de los
demás.
Necesitamos acercarnos de una manera más espiritual al éxito
y a la riqueza, que no es otra cosa que el flujo abundante de todas las cosas
buenas hacia nosotros.
Conociendo y practicando las leyes espirituales, entraremos
en armonía con la naturaleza para crear con espontaneidad, alegría y amor.
El éxito tiene muchos aspectos, y la riqueza material es
solamente uno de sus componentes.
Además, el éxito es una travesía, no un destino en sí. Sucede que la abundancia material, en todas sus
manifestaciones, es una de las cosas que nos permite disfrutar más la travesía.
Pero el éxito también se compone de salud, energía, entusiasmo por la vida, realización en las relaciones con los demás, libertad creativa, estabilidad emocional y psicológica, sensación de bienestar y paz.
Pero ni siquiera experimentando todas estas cosas podremos realizarnos, a menos que cultivemos la semilla de la divinidad que llevamos adentro. En realidad, somos la divinidad disfrazada, y el espíritu divino que vive dentro de nosotros en un estado embrionario busca materializarse plenamente.
Pero ni siquiera experimentando todas estas cosas podremos realizarnos, a menos que cultivemos la semilla de la divinidad que llevamos adentro. En realidad, somos la divinidad disfrazada, y el espíritu divino que vive dentro de nosotros en un estado embrionario busca materializarse plenamente.
Por tanto, el éxito verdadero consiste en experimentar lo
milagroso. Es el despliegue de la divinidad dentro de nosotros.
Es percibir la divinidad en cualquier lugar a donde vayamos,
en cualquier cosa que veamos: en los ojos de un niño, en la belleza de una
flor, en el vuelo de un pájaro.
Cuando comencemos a vivir la vida como la expresión milagrosa
de la divinidad - no de vez en cuando sino en todo momento - comprenderemos el
verdadero significado del éxito.
Una ley es el proceso por el cual se manifiesta lo que no se
ha manifestado; es el proceso por el
cual el observador se convierte en el observado; es el proceso por el cual el
que contempla se convierte en paisaje; es el proceso a través del cual el que sueña
proyecta el sueño.
Toda la creación, todo lo que existe en el mundo físico, es
el producto de la transformación de lo inmanifiesto en manifiesto. Todo lo que
contemplamos viene de lo desconocido. Nuestro cuerpo, el universo físico -todo
lo que podemos percibir por medio de los sentidos- es la transformación de lo
inmanifiesto, lo desconocido e invisible en lo manifiesto, lo conocido y lo
visible.
El universo físico no es otra cosa que el yo plegado sobre sí mismo para experimentarse como espíritu, mente y materia física. En otras palabras, todos los procesos de la creación son procesos por medio de los cuales el yo o la divinidad se expresa.La conciencia en movimiento se manifiesta a través de los objetos del universo, en medio de la danza eterna de la vida.
El universo físico no es otra cosa que el yo plegado sobre sí mismo para experimentarse como espíritu, mente y materia física. En otras palabras, todos los procesos de la creación son procesos por medio de los cuales el yo o la divinidad se expresa.La conciencia en movimiento se manifiesta a través de los objetos del universo, en medio de la danza eterna de la vida.
La fuente de toda creación es la divinidad o el espíritu; el
proceso de creación es la divinidad en
movimiento o la mente; y el objeto de la creación es el universo físico, del cual
forma parte nuestro cuerpo.
Estos tres componentes de la realidad -espíritu, mente y
cuerpo, u observador, proceso de observación y observado- son básicamente la
misma cosa. Todos provienen del mismo sitio: el campo de la potencialidad pura,
puramente inmanifiesto.
Las leyes físicas del universo representan en realidad todo
este proceso de la divinidad en movimiento o de la conciencia en acción. Cuando
comprendemos estas leyes y las aplicamos en nuestra vida, todo lo que deseamos
puede ser creado, porque las mismas leyes en que se basa la naturaleza para
crear un bosque, o una galaxia, o una estrella o un cuerpo humano, pueden convertir
en realidad nuestros deseos más profundos.
La mente universal es la coreógrafa de todo lo que sucede en
miles de millones de galaxias y hace su
trabajo con una precisión exquisita y con una inteligencia inquebrantable.
Su inteligencia es máxima y suprema e impregna cada fibra de
la existencia: desde la más pequeña hasta la más grande, desde el átomo hasta el
cosmos. Todo lo que vive es expresión de esta inteligencia. Y esta inteligencia
actúa a través de las siete leyes espirituales.
Si miramos cualquiera de las células del cuerpo humano, a
través de su funcionamiento veremos la expresión de estas leyes. Cada célula,
sea del estómago, del corazón o del cerebro, se origina en la ley de la
potencialidad pura.
El ADN es el ejemplo perfecto de la potencialidad pura; en
realidad, es la expresión material de ella. El mismo ADN que hay en todas las
células del cuerpo, se expresa de diferentes maneras para cumplir los
requisitos particulares de cada una.
Cada célula opera además a través de la ley del dar. Una
célula vive y permanece sana cuando está en estado de equilibrio. Este estado
es de realización y armonía, pero se mantiene a través de un constante dar y
recibir.
Cada célula da y apoya a las demás, y a cambio recibe
alimento de ellas. La célula permanece
en estado de flujo dinámico, el cual jamás se interrumpe. En realidad, el flujo es la esencia misma de la vida de la
célula. Y solamente manteniendo este flujo de
dar puede la célula recibir y, por tanto, continuar con su existencia
vibrante.
Las células ejecutan con suma perfección la ley del karma,
porque incorporada en su inteligencia está la respuesta más apropiada, precisa
y oportuna para cada situación se presenta.
Las células también ejecutan con suma perfección la ley del
menor esfuerzo: cumplen su trabajo con tranquila eficiencia, en un estado de
sosegada vigilancia.
Por medio de la ley de la intención y el deseo, cada intención
de cada célula utiliza el infinito poder
organizador de la inteligencia de la naturaleza. Hasta una intención simple como la de metabolizar una molécula de
azúcar desencadena inmediatamente una
sinfonía de sucesos en el cuerpo para secretar las cantidades exactas de
hormonas en el momento preciso, a fin de
convertir la molécula de azúcar en pura energía
creativa.
Desde luego, cada célula expresa la ley del desapego. No se
aferra al resultado de sus intenciones. No duda ni tropieza porque su comportamiento
es función de una conciencia centrada en
la vida y en el momento presente.
Cada cédula también expresa la ley del dharma; debe descubrir
su propia fuente, el yo superior; debe
servir a sus congéneres y expresar su talento único. Las células del corazón, del estómago, del sistema inmune,
todas se originan en el yo superior, el campo de la potencialidad pura.
Y como están directamente enlazadas con ese computador cósmico, pueden expresar sus talentos únicos con toda facilidad y conciencia atemporal.
Y como están directamente enlazadas con ese computador cósmico, pueden expresar sus talentos únicos con toda facilidad y conciencia atemporal.
Sólo expresando sus talentos únicos pueden mantener tanto su
propia integridad como la de todo el
cuerpo. El diálogo interno de cada una de las células del cuerpo humano es:
-¿Cómo puedo ayudar?
Las células del corazón desean ayudar a las células del
sistema inmune, y éstas desean ayudar a
las del estómago y a las de los pulmones, y las células del cerebro se dedican a
escuchar y ayudar a todas las demás. Cada una de las células del cuerpo humano tiene
solamente una función: ayudar a todas las demás.
Observando el comportamiento de las células de nuestro
cuerpo, podemos ver la expresión más
extraordinaria y eficiente de las siete leyes espirituales. Ésa es la genialidad de la inteligencia de la
naturaleza. Son los pensamientos de Dios; lo demás son sólo detalles.
Las siete leyes espirituales del éxito son principios poderosos
que nos ayudarán a alcanzar el dominio
de nosotros mismos, veremos que podremos hacer realidad cualquier cosa que deseemos, toda la
abundancia, todo el dinero y todo el éxito que deseemos.
También veremos que nuestra vida se volverá más alegre y próspera
en todo sentido, porque estas leyes también son las leyes espirituales de la
vida, aquéllas que hacen que vivir valga la pena.
Existe una secuencia natural para aplicar estas leyes en la
vida diaria, la cual puede ayudarnos a recordarlas. La ley de la potencialidad
pura se experimenta por medio del silencio, de la meditación, del hábito de no
juzgar, de la comunión con la naturaleza, pero es activada por la ley del dar.
El principio consiste en aprender a dar lo que se busca.
Así es como uno activa la ley de la potencialidad pura. Si
buscamos abundancia, demos abundancia; si buscamos dinero, demos dinero; si
buscamos amor, aprecio y afecto, aprendamos a dar amor, aprecio y afecto.
Por medio de nuestros actos en la ley del dar, activamos la
ley del karma. Si creamos un buen karma,
éste nos facilitará todo en la vida. Notaremos que no necesitamos mayor
esfuerzo para satisfacer nuestros deseos, lo cual nos lleva automáticamente a comprender
la ley del menor esfuerzo.
Cuando todo ocurra con facilidad y sin esfuerzo, y todos
nuestros deseos se cumplan sin cesar,
espontáneamente comenzaremos a comprender la ley de la intención y el deseo.
Cuando nuestros deseos se cumplan sin esfuerzo, nos será fácil practicar la ley
del desapego.
Por último, cuando comencemos a comprender todas estas
leyes, comenzaremos a concentrarnos en nuestro verdadero propósito en la vida,
lo cual lleva a la ley del dharma.
A través del uso de esta ley, expresando nuestros talentos
únicos y satisfaciendo las necesidades de los otros seres humanos, empezaremos
a crear lo que deseemos, cuando lo deseemos. Nos volveremos despreocupados y
alegres, y nuestra vida se convertirá en la expresión de un amor sin límites.
Nos hemos detenido momentáneamente para encontrarnos unos a
otros, para conocernos, amarnos y
compartir. Este es un momento precioso, pero transitorio. Es un pequeño
paréntesis en la eternidad. Si compartimos con cariño, alegría y amor, crearemos abundancia y alegría para todos. Y
entonces este momento habrá valido la pena.
Compilado: Anónimo Donoso.
Texto: Las Leyes Espirituales del Éxito.
Deepak Chopra
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