De cada uno depende despertar. Estamos tomando conciencia cada día mas de nuestro proceso evolutivo. La humanidad deberá comprenderse a si misma, inmersa en un proceso de revelación.
¿Te has preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?
¿No te produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada?
¿Te has preguntado porqué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?
¿Te has preguntado alguna vez porqué nadie reacciona ante la infame oleada de opresión y abusos de todo tipo que estamos sufriendo?
¿No te produce perplejidad el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre casos de corrupción, injusticias, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual se le ha robado literalmente el presente y el futuro, no suceda absolutamente nada?
¿Te has preguntado porqué no estalla una Revolución masiva y por qué todo el mundo parece estar dormido o hipnotizado?
Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que
deberían haber dañado la estructura del Sistema hasta sus mismísimos cimientos
y sin embargo la maquinaria sigue intacta, sin ni tan solo un arañazo
superficial.
Y esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante que está
sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle
atención.
El hecho de que SABER LA
VERDAD YA NO IMPORTA
Parece increíble, pero los acontecimientos lo demuestran a diario.
La información ya no
tiene relevancia
Desvelar los más oscuros secretos y sacarlos a la luz ya no produce ningún efecto, ninguna respuesta por parte de la población. Por más terribles e impactantes que sean los secretos revelados
Durante décadas hemos creído que los luchadores por la verdad, los informadores capaces de desvelar asuntos encubiertos o airear los trapos sucios, podían cambiar las cosas. Que podían alterar el devenir de la historia.
De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad era crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos. Y quizás durante un tiempo ha sido así.
Pero actualmente, la "evolución" de la sociedad y sobretodo de la
psicología de las masas nos ha llevado a un nuevo estado de cosas. Un estado
mental de la población que no se habría atrevido a imaginar ni el más enajenado
de los dictadores.
El sueño húmedo de todo tirano sobre la faz de la tierra:
No tener que ocultar ni justificar nada
ante su pueblo.
Poder mostrar
públicamente toda su corrupción, maldad y prepotencia sin tener que preocuparse
de que ello produzca ningún tipo de respuesta entre aquellos a los que oprime.
Ésta es la realidad del
mundo en el que vivimos. Y si crees que esto es una exageración, observa a tu
alrededor.
Y a pesar de hacerse
públicos todos estos casos de corrupción generalizada, a pesar de revelarse la
implicación de las altas esferas financieras y empresariales, con la
aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse por activa y por pasiva
que la infección afecta al Sistema en su generalidad, en todos los ámbitos,
imposibilitando la creación de un futuro sano para el país, a pesar de todo
ello, la respuesta de la población ha sido… no hacer nada.
La máxima respuesta de la ciudadanía ha sido "ejercer el legítimo derecho
de manifestación", una actividad muy parecida a la que hace la hinchada
cuando su equipo de fútbol gana una competición y sale en masa a la calle para
celebrarlo.
Es decir, nadie ha hecho
nada efectivo por cambiar las cosas, excepto picar cacerolas.
Y el caso de la corrupción política desvelada en España y la nula reacción de la población es solo un ejemplo de entre muchos tantos a lo largo y ancho del mundo.
Y el caso de la corrupción política desvelada en España y la nula reacción de la población es solo un ejemplo de entre muchos tantos a lo largo y ancho del mundo.
Ahí está el caso del deporte
de masas, azotado como está por la sospecha de la corrupción, de la
manipulación y del dopaje y por la más que probable adulteración de todas las
competiciones bajo el control comercial de las grandes marcas… y a pesar de
ello, sus audiencias televisivas y su seguimiento no solo no se ve afectado,
sino que sigue creciendo cada vez más y más y más…
Pero todos estos casos
empequeñecen ante la gravedad de las revelaciones hechas por Edward Snowden y
confirmadas por los propios gobiernos, que nos han dicho, a la cara, con luz y
taquígrafos, que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que
todas nuestras llamadas, nuestra actividad en redes sociales y nuestra
navegación en Internet es controlada y que nos dirigimos inexorablemente
hacia la pesadilla del Gran Hermano vaticinada
por George Orwell en "1984".
Y lo que es más alucinante del caso: una vez "filtradas" estas informaciones, nadie se ha preocupado de rebatirlas.
Y lo que es más alucinante del caso: una vez "filtradas" estas informaciones, nadie se ha preocupado de rebatirlas.
¡Ni mucho menos!
Todos los medios de comunicación,
los poderes políticos y las grandes empresas de Internet implicadas en el
escándalo han confirmado públicamente este estado de vigilancia como algo real
e indiscutible.
Como mucho han prometido, de forma poco convincente y con la boca pequeña que
no van a seguir haciéndolo… ¡Incluso se han permitido el lujo de dar algunos
detalles técnicos!
¿Y cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado
esa verdad?
¿Cuál ha sido la reacción general al
recibir estas informaciones?
Ninguna...
Todo el mundo sigue
absorto con su smartphone, sigue revolcándose en el dulce fango de las redes sociales y
sigue navegando las infestadas aguas de Internet sin mover ni una sola pestaña…
Así pues, ¿de qué sirve
saber la verdad?
En el caso hipotético de que Edward Snowden o Julian Assange sean personajes reales y no creaciones mediáticas con una misión oculta,
¿De qué habrá servido su sacrificio?
¿Qué utilidad tiene acceder a la información y desvelar la verdad si no
provoca ningún cambio, ninguna alteración, ni ninguna transformación?
¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas
al saqueo masivo si seguimos utilizándolos?
¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por
todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos si seguimos
comiéndola?
¿De qué nos sirve saber la verdad sobre cualquier asunto relevante si no
reaccionamos, por más graves que sean sus implicaciones?
No nos engañemos más, por duro que sea aceptarlo.
Afrontemos la realidad
tal y como es...
En la sociedad actual,
saber la verdad ya no significa nada
Informar de los hechos que verdaderamente acontecen, no tiene ninguna utilidad
real
Es más, la mayoría de la población ha llegado a tal nivel de degradación
psicológica que, como demostraremos, la propia revelación de la verdad y el
propio acceso a la información refuerzan aún más su incapacidad de respuesta y
su atonía mental.
La gran pregunta es:
·
¿POR QUÉ?
· ¿Qué nos ha conducido a todos nosotros, como individuos, a este estado de
apatía generalizado?
Y la respuesta, como
siempre sucede cuando nos hacemos preguntas de este calado, resulta de lo más
inquietante. Y está relacionada, directamente, con el condicionamiento
psicológico al que está sometido el Individuo en la sociedad actual.
Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos como efectivos. Y resultan de lo más cotidiano.
Pues los mecanismos que desactivan nuestra respuesta al acceder a la verdad, por más escandalosa que ésta resulte, son tan sencillos como efectivos. Y resultan de lo más cotidiano.
Simplemente todo se basa
en un exceso de información.
En un bombardeo de estímulos tan exagerado que provoca una cadena de acontecimientos lógicos que acaban desembocando en una flagrante falta de respuesta. En pura apatía.
Y para luchar contra este fenómeno, resulta clave saber cómo se desarrolla el
proceso…
¿CÓMO SE DESARROLLA EL
PROCESO?
Para empezar, debemos entender que todo estímulo sensorial que recibimos está
cargado de información.
Nuestro cuerpo está diseñado para percibir y procesar todo tipo de estímulos
sensoriales, pero la clave del asunto radica en la percepción de información de
carácter lingüístico, entendiendo por "lingüístico", todo sistema
organizado con el fin de codificar y transmitir información de cualquier clase.
Por ejemplo, escuchar
una frase o leerla implica una entrada de información en nuestro cerebro, de
carácter lingüístico.
Pero también lo implica ver el logo de una empresa, escuchar las notas musicales de una canción, ver una señal de tráfico u oír la sirena de una ambulancia, por poner algunos ejemplos…
Una persona en el mundo
actual, está sometida a miles y miles de estímulos lingüísticos de este tipo a
lo largo de un día normal, muchos de ellos percibidos de forma consciente, pero
la inmensa mayoría percibidos de forma inconsciente, que deben ser procesados
por nuestro cerebro.
El proceso de captación y procesamiento de esta información lo podríamos dividir básicamente en 3 fases:
1.
percepción
2.
valoración
3. respuesta
Percepción
Sin lugar a dudas, formamos parte de la generación con mayor capacidad de procesamiento de información a nivel cerebral de la toda historia de la humanidad, con muchísima diferencia, sobretodo a nivel visual y auditivo.
Es más, a medida que nacen y crecen nuevas generaciones, éstas adquieren una mayor velocidad de percepción de información.
Visualiza un antiguo
western de John Wayne, en una secuencia cualquiera de acción, como por ejemplo,
un tiroteo. Y después visualiza una secuencia de un tiroteo o de una
persecución de coches en una película actual.
Cualquier secuencia de acción de una película actual está trufada de sucesiones rapidísimas de planos de corta duración.
Cualquier secuencia de acción de una película actual está trufada de sucesiones rapidísimas de planos de corta duración.
En tan solo 3 o 4 segundos verás diferentes planos:
la cara del protagonista conduciendo, la
del acompañante gritando, la mano en el cambio de marcha, el pie pisando el
pedal, el coche esquivando un peatón, el perseguidor que derrapa, el malo que
agarra la pistola, como dispara por la ventanilla, etc.,
...y cada plano habrá
durado apenas décimas de segundo.
Las imágenes se suceden a toda velocidad como los
disparos de una ametralladora. Y sin embargo eres capaz de verlas todas y
procesar el mensaje que contienen.
Ahora ponte la película
de John Wayne.
No encontrarás sucesiones de planos a ritmo de ametralladora, sino sucesiones de planos mucho más largos en duración y con mayor tamaño de campo visual.
Probablemente, un
espectador de la época de John Wayne se habría mareado viendo una película
actual, pues no estaría acostumbrado a procesar tanta información visual a
tanta velocidad.
Esto es un ejemplo
sencillo del bombardeo de información al que está sometido el cerebro de
alguien en la actualidad, en comparación con el de una persona de hace tan solo
50 años.
Añádele a esto todas las fuentes de información que te rodean, como la televisión, la radio, la música, la omnipresente publicidad de todo tipo, las señales de tráfico, los diferentes y variados ropajes que viste cada una de las personas con las que te cruzas por la calle y que representan, cada uno de ellos una serie de códigos lingüísticos para tu cerebro, la información que ves en tu móvil, en la tablet, en internet y añádele, además, tus compromisos sociales, tus facturas, tus preocupaciones y los deseos que te han programado tener, etc, etc, etc…
Se trata de una
auténtica inundación de información que debe procesar tu cerebro
continuadamente. Y todo ello en un cerebro del mismo tamaño y capacidad que el
de ese espectador de los westerns de John Wayne hace 50 años.
Por lo visto, parece que nuestro cerebro tiene capacidad suficiente para percibir tales volúmenes de información y comprender los mensajes asociados a esos estímulos.
Por lo visto, parece que nuestro cerebro tiene capacidad suficiente para percibir tales volúmenes de información y comprender los mensajes asociados a esos estímulos.
Ahí no radica el problema. De hecho parece que nuestro cerebro disfruta con ello, pues nos hemos convertido en adictos al bombardeo de estímulos.
El problema aparece en la siguiente fase.
Valoración
Es cuando debemos valorar la información recibida, es decir, cuando llega la hora de juzgar y analizar sus implicaciones, que nos topamos con nuestras limitaciones.
Porque, literalmente, no disponemos de tiempo material para hacer una
valoración en profundidad de esa información.
Antes de que nuestra mente, por sí misma y con criterios propios, pueda juzgar de forma más o menos profunda la información que recibimos, somos bombardeados por una nueva oleada de estímulos que nos distraen e inundan nuestra mente.
Es por esta razón que nunca llegamos a valorar en su justa medida, la información que recibimos, por importantes que sean sus posibles implicaciones.
Para nosotros, toda información recibida es rápidamente digerida y olvidada, arrastrada por la corriente incesante de información que entra en nuestro cerebro como un torrente.
Porque vivimos inmersos en la cultura del 'twit', un mundo donde toda reflexión sobre un evento dura 140 caracteres. Y esa es la profundidad máxima a la que llega nuestra limitada capacidad de análisis.
Es por esta razón, por
nuestra impotencia a la hora de valorar y juzgar por nosotros mismos el volumen
de información al que estamos sometidos, que la propia información que nos es
transmitida lleva incorporada la opinión que debemos tener sobre ella, es
decir, aquello que deberíamos pensar tras realizar una valoración profunda de
los hechos.
Es decir, el emisor de la información le ahorra amablemente al receptor el esfuerzo de tener que pensar.
Ese es el procedimiento que utilizan los grandes medios de comunicación y en un
mundo con individuos auténticamente pensantes sería calificado de manipulación y lavado de cerebro.
La televisión es un claro ejemplo de
ello. Fijémonos en un noticiario cualquiera.
Todas las noticias de todos las cadenas están narradas de forma tendenciosa, de manera que contengan en su redactado y presentación no solo la información que debe ser transmitida, sino la opinión que debe generar en el espectador.
O más claramente aún, el ejemplo de las omnipresentes tertulias políticas,
donde los tertulianos son calificados como "generadores de opinión".
Es decir, su función es
generar la opinión que deberías fabricar por ti mismo.
Así pues, el bombardeo
continuo e incesante de información en nuestro cerebro nos impide juzgar
adecuadamente el valor de los hechos, con criterio propio y según nuestros
códigos internos.
Resumiendo: nos hace pensar "en titulares" y por norma general, esos titulares ni tan solo los pensamos nosotros mismos, sino que nos son inoculados con la propia información.
Respuesta
Una vez reducido a la mínima expresión nuestro tiempo de valoración personal de los hechos, entramos en la fase decisiva del proceso, aquella en que nuestra posible respuesta queda anulada.
Aquí entran en juego las emociones y los sentimientos, el motor de toda respuesta y acción. Y es que al fragmentar y reducir nuestro tiempo dedicado a juzgar una información cualquiera, también reducimos la carga emocional que asociamos a esa información.
Observemos nuestras propias reacciones: podemos indignarnos mucho al conocer una noticia cualquiera, ofrecida en un noticiario, como por ejemplo el desahucio forzoso de una familia sin recursos, pero al cabo de unos segundos de recibir esa información, somos bombardeados por otra información distinta que nos lleva a sentir otra emoción superficial diferente, olvidando así la emoción anterior.
Una respuesta que en momentos como el que vivimos, intuimos debería ser mucho más contundente y que sin embargo, no llegamos a generar porque carecemos de energía suficiente para hacerlo.
"¿Por qué no reaccionan? ¿Por que no
reacciono yo?"
Y esa impotencia
desemboca, al final, en una sensación de frustración y apatía generalizadas.
Ésta parece ser la razón básica por la que no se produce una Revolución cuando,
por la lógica propia de los acontecimientos, debería producirse.
Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico.
Se trata pues, de un fenómeno meramente psicológico.
Éste es el mecanismo
básico que aborta toda respuesta de la población ante los continuos abusos
recibidos.
La BASE sobre la que se sustentan todas las manipulaciones mentales a las que estamos sometidos actualmente. El mecanismo psicológico que mantiene a la población idiotizada, dócil y sumisa
Lo podríamos resumir así:
El excesivo bombardeo de información nos impide tomarnos el tiempo
necesario para otorgar el valor adecuado a cada información recibida y con
ello, nos impide asociarle la suficiente carga emocional como para generar una
reacción efectiva y real
¿CONSPIRACIÓN O
FENÓMENO SOCIAL?
Poco importa si todo esto forma parte de una gran conspiración para controlarnos o si hemos llegado a este punto por la propia evolución de la sociedad, porque las consecuencias son exactamente las mismas:
Los más poderosos harán lo posible por
mantener estos mecanismos en funcionamiento; incluso fomentarán tanto como
puedan su desarrollo, simplemente porque les beneficia.
De hecho, la propia
revelación de la verdad favorece estos mecanismos.
A los más poderosos ya no les importa mostrarse tal y cómo son ni desvelar sus secretos, por sucios y oscuros que éstos sean.
Revelar estas verdades ocultas contribuye en gran medida a aumentar el volumen de información con el que somos bombardeados.
Cada secreto sacado a la luz crea nuevas oleadas de información, que puede ser manipulada e intoxicada con datos adicionales falsos, contribuyendo con ello a la confusión y al caos informativo y con ello a nuevas oleadas secundarias de información que nos aturdan aún mas y nos suman más profundamente en la apatía.
Si combinamos esta apatía, fruto de la poca energía emocional con la que intentamos responder, con las tremendas dificultades que el propio sistema nos pone a la hora de castigar a los responsables, se generan nuevas oleadas de frustración, cada vez más acusadas, que nos llevan, paso a paso, a la rendición definitiva y a la sumisión absoluta.
Así pues, no lo dudes: a las personas que ostentan el poder les interesa bombardearte con enormes volúmenes de información lo más superficial posible
Porqué una vez instaurada en la sociedad esta forma de interactuar con la información recibida, todos nosotros nos convertimos en adictos a ese incesante intercambio de datos.
El bombardeo de estímulos representa una auténtica
droga para nuestro cerebro, que cada vez necesita más velocidad en el
intercambio de informaciones y exige menos tiempo para tener que procesarlas.
Nos sucede a todos: cada vez nos cuesta más dedicar
tiempo a leer un artículo largo cargado de información estructurada y razonada.
Exigimos que sea más resumido, más rápido, que se lea en una sola línea y que
se ingiera como una pastilla y no como un ágape decente. Nuestro cerebro se ha
convertido en un drogadicto de la información rápida, en un yonqui ávido de
continuos chutes de datos que ingerir, a poder ser pensados y analizados por
cualquier otro cerebro, para no tener que hacer el esfuerzo de fabricarnos una
compleja y contradictoria opinión propia.
Porque odiamos la duda, pues nos obliga a pensar. Ya no queremos hacernos
preguntas.
Solo queremos respuestas rápidas y fáciles.
Somos y queremos ser
antenas receptoras y replicadoras de información, como meros espejos que
rebotan imágenes externas. Pero los espejos son planos y no albergan más vida
en ellos que la que reflejan proviniendo del exterior.
Hacia ahí se dirige el ser humano de forma acelerada.
¿Vamos a permitirlo?
CONCLUSIÓN
Quizás todo lo expuesto anteriormente no es lo que querías escuchar.
Es poco estimulante y resulta algo complicado y farragoso, pero las realidades complejas no pueden reducirse a un ingenioso titular en forma de twit.
Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que lo cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique, hasta la sala de máquinas, donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos.
Ahí es donde se está dirimiendo la auténtica guerra por el futuro de la humanidad
Nadie nos salvará desde un púlpito con brillantes proclamas y promesas de una sociedad más justa y equitativa. Nadie nos salvará sólo contándonos la supuesta verdad, ni desvelando los más oscuros secretos de los poderes en la sombra.
Como acabamos de ver, la información y la verdad ya no tienen importancia, porque nuestros mecanismos de respuesta están averiados. Debemos descender hasta ellos y repararlos; y para conseguirlo, debemos saber cómo funcionan.
Para ello no será necesario hacer un complejo curso de psicología:
Observando con atención y razonando por
nosotros mismos podemos conseguirlo.
Porque no se trata de
algo esotérico ni fundamentado en creencias extrañas de carácter
Místico, Religioso o New Age. Es pura lógica: No hay revolución posible sin
una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual.
Porque nuestra mente está programada por el Sistema. Y por lo tanto, para cambiar ese Sistema que nos aprisiona, antes debemos desinstalarlo de nuestra mente.
¿Tú lo vas a hacer? Medita...
Compilado : Anónimo Donoso.
www.bibliotecalaspleyades.com
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