Vivimos desde el interior. Vemos reflejado fuera de nosotros situaciones en las que con nuestra observación moldeamos y vamos creando nuestro propio túnel de realidad de acuerdo a las experiencias y decisiones.
Para que la evolución Interior del hombre se realice
correctamente, se debe fundamentar en dos líneas perfectamente equilibradas, el
ser y el saber.
El camino de la evolución del hombre es cuestión de
esfuerzos personales, y depende de su comprensión de lo que puede conseguir, y
de lo que tiene que dar para ello.
Si el hombre no lo quiere, o si no lo quiere con suficiente
intensidad, y no hace los esfuerzos necesarios, nunca se desarrollará.
Tenemos una visión muy limitada de lo que es la evolución
pues esta se basa más en logros externos que en contactos internos.
Podremos tener una evolución a nivel físico o externo, que
es lo más básico y primario, sin embargo debemos de considerar los niveles
interiores como son: el nivel mental (el estado de nuestra mente: preocupados,
obsesionados, resentidos…), el emocional (nuestro estado de ánimo, cómo nos
sentimos: deprimidos, ansiosos…) y espiritual (estado que integra, con armonía
y bienestar, los diferentes niveles mentales y emocionales).
Si hay algo característico del ser humano es su camino de
evolución interior. Vivimos un mito interno, una odisea que dibujamos con
nuestros pasos. Desde niño, las fases evolutivas van sucediéndose unas a otras
con una velocidad, desde el punto de vista psico-fisiológico, vertiginosa. Cada
una de ellas representa un estado evolutivo mayor, un estado que engloba y
transciende al anterior.
El niño accede a una realidad más amplia de consciencia
cuando es capaz de ponerse en el lugar del otro. Puede percibir la tristeza o
la alegría de sus hermanos o papas dentro de sí. En él, una vez más, se ha
producido el milagro de la vida, ha dado un paso definitivo, que le hace ir más
allá de su propia individualidad instintiva. El adolescente quiebra las viejas
estructuras aprendidas y comienza una asombrosa revolución interior, que se
perpetuará en una juventud plagada de nuevas ideas que servirán como una chispa
en el fuego que impulsa la evolución de la sociedad.
Es habitual ver en los ojos de los niños y adolescentes
destellos de vitalidad, un brillo que refleja un interior colmado de energía,
un sano deseo de seguir viviendo y de experimentar hasta las últimas
consecuencias, la vida.
Y si quizás se acaba el brillo en la madurez, no es por la
vastedad de los paisajes internos, ni por el colorido de esta realidad apenas
conocida, sino porque las aguas se estancan: el río de la evolución interior se
congela en una rutina rígida y sin sentido. Tal vez sea el corazón en llamas
que tanto se cita en los antiguos Veda una imagen preciosa de un ser humano que
se atreve a vivir la vida de verdad.
La vejez comienza cuando el fuego de la aspiración se
extingue.
Hay personas con 30 años que son viejos y personas con 100
años que siguen naciendo cada día. La aspiración es la fuerza de la evolución,
un simple y natural deseo que nos impulsa a seguir evolucionando interiormente
y a materializar el resultado en nuestros proyectos vitales y cada pequeña
acción. Es la genuina curiosidad por el mundo, que afuera y adentro, se
muestra, si la mirada deviene profunda en el caminar, como un sin fin de
territorios sin descubrir, un misterio cada vez más grande e insondable, pero
familiar; tanto, que se mezcla con uno mismo.
El misterio es la cosa más bonita que podemos experimentar.
Es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos.
La aspiración es dar la vida por aquello que es
verdaderamente importante, aquello por lo que tiene sentido el nacimiento y la
muerte. Sin este sentido la vida se transforma en una piel sin huesos ni carne
y decimos que estamos vacíos.
Realizarse es vivir para el sentido y el sentido de vivir es
crecer, aprender, evolucionar y seguir el ritmo de la vida, que como un gran
río comienza en las cumbres nevadas y se mezcla con el océano en su final. Un
sabio yogui tibetano decía, si tienes dudas pregúntale a tu muerte, esto es,
quédate con lo que realmente tenga sentido, abandona lo que no merezca la pena
porque finalmente la vida se disolverá tan rápido como un sueño al amanecer.
Si pudiéramos mirar al cielo nocturno con los ojos desnudos
y descubrir en las estrellas la inmensidad de la vida, los asuntos que nos
ahogan como pesadas cargas, se transformarían en ligeras nubes, que con un
simple soplo se extinguirían y en el cielo despejado, el amanecer, el Sol.
Te propongo que volvamos a vivir
A mirar desde el ojo del huracán esta tormenta.
A presentir en el fondo del túnel la luz.
Te propongo que salgamos de la caverna de nuestra mutua
ignorancia, para encontrar ese silencio sagrado que ha creado la palabra.
Te propongo mirar sin condiciones, desnudos, para que
podamos contemplar en nosotros el Ser siempre nuevo.
Compilado: Anonimo Donoso.
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