martes, 17 de abril de 2012

VERDAD HOLOGRAFICA

Estamos revisando nuestras creaciones para comprender que toda nuestra experiencia de vida es reflejo de nuestro interior.Nada puedes observar fuera que no esta dentro.Vivimos en una reciprocidad de nuestras intenciones.Cada individuo crea su camino de realidad.

Nuestra vida cotidiana se plasma de manera tan evidente ante nuestra experiencia de la realidad de tal modo que creemos que estamos inmersos en ella, como algo más fuerte que nosotros. Es automático pensar que lo que ocurre a nuestro alrededor es resultado de un azar sin sentido o una fuerza más grande y que, incluso las actitudes de las personas hacia nosotros son originadas únicamente en su propia percepción e intención. Del mismo modo, nos parece que nuestra reacción ante las actitudes de otros se origina meramente de la percepción que tenemos de ellos. Esta creencia nos conduce a sentirnos aislados e impotentes, y creemos que los eventos que vivimos y observamos solo pueden ser transformados mediante el uso de nuestro razonamiento y  acción. Esto se traduce en la creencia de que tenemos que saber todo lo que hay que hacer para encontrar la solución a cada uno de nuestros retos.

Sin embargo, hay momentos en que notamos que existe cierta sincronía entre la manera en que nos sentimos y lo que nos ocurre, como si existiera un elemento de enlace entre nuestras emociones y nuestra experiencia de la realidad. La mayoría del tiempo no es tan evidente porque los hechos se dan en momentos inesperados, separados en el tiempo, y pareciera que estos son los que determinan los cambios en nuestras emociones, y no lo contrario.

Pero lo que ocurre en realidad es que todo lo que percibimos en nuestro exterior es un reflejo de lo que emana de nuestro interior. Claro, nuestras experiencias nos dejan un sabor, ya sea desde lo más agradable hasta los menos agradable, y esto se traduce en emociones, y las emociones en pensamientos, y viceversa; hay una influencia externa que retro alimenta nuestras emociones. Así pues, podemos decir que nosotros creamos nuestra propia realidad y somos el centro alrededor del cual ésta gira y se organiza, y son las emociones las que nos indican el tono que tendrán nuestras experiencias en el futuro cercano y lejano.


Cada evento, cada respuesta que obtenemos del exterior, nos agrade o no, es un indicador de nuestro estado de conciencia y conexión con nuestro Ser Superior. Por ejemplo, si una situación nos hiere es porque hay en nosotros emociones aún no resueltas, y nuestro centro ha encontrado una oportunidad en la realidad física manifestándonos este desequilibrio interno. Del mismo modo, las situaciones en que aflora nuestra alegría son reflejo de emociones más elevadas originadas en las expectativas que tenemos de la realidad.

Si una emoción nos indica desequilibrio es allí mismo donde la podemos transformar. Si apreciamos su razón de ser, amándola y asimilándola como lo que es, un indicador de nuestro grado de conexión con la fuente misma de la vida, iniciamos su transformación en emociones más hermosas; eventualmente, en alegría y gozo. Cada vez que hacemos esto estamos cambiando la manera en que se nos expresará la vida a partir de ese momento.  Nuestras emociones se manifiestan en nuestra realidad física, la cual actúa como un espejo, mostrándonos esa realidad interior. 

Esta nos sugiere, a través de los contrastes que la vida nos presenta, un nuevo equilibrio, a partir del cual atraeremos hacia nosotros las experiencias que sean acordes a nuestro nuevo estado de conciencia. Nuestra realidad es pues, una compleja síntesis de la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y que, en la infinitud de las posibilidades, se expande constantemente a través de los contrastes que nos presenta la experiencia de la vida.

La vida exterior reflejo de la interior.

Se descubren muchas cosas curiosas, interesantes y sorprendentes cuando se realiza un trabajo interior, cosas que son sumamente efectivas cuando se entienden. Una de ellas es que la confusión y multiplicidad de nuestras circunstancias en el mundo, de las cosas que nos ocurren, de las situaciones que vivimos, no son otra cosa que la confusión y contradicción que hay en nuestro propio interior.

Todo lo que hay en nuestro interior tiende a materializarse en nuestro exterior. Y no se puede materializar de un modo distinto a como esté dispuesto en nuestro interior. Porque nuestro interior y nuestro exterior no son dos cosas distintas sino dos vertientes de la misma cosa. La vertiente interior, o subjetiva, y la vertiente exterior, u objetiva, son la cara y la cruz de la misma cosa.

Compilado: Anónimo Donoso.



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