viernes, 4 de febrero de 2011

CONCIENCIA GLOBAL

No notamos que nuestros pensamientos estén separados del interior de nuestro cuerpo. Experimentamos la belleza del mundo que nos rodea al instante, sabemos de nuestros seres queridos desde muy lejos, y saltamos en nuestros pensamientos hacia las estrellas. La investigación sobre las anomalias de la consciencia nos muestra que podemos tener vias de comunicación directa unos con otros, y que las intenciones pueden tener efectos en el mundo, a pesar de las distancias y las barreras físicas. 



La evidencia nos obliga a aceptar correlaciones que aún no podemos explicar. Parece como si la consciencia pudiera producir en determinados casos algo que se asemeja, al menos metafóricamente, a un campo no local. El Proyecto de la Consciencia Global (GCP) toma esa posibilidad como punto de inicio para la investigación de la posibilidad de que esos campos generados por consciencias individuales pueden interactuar y combinarse, y en último extremo incluso tener una presencia mundial. Debido a que estamos totalmente ocupados con nuestras propias vidas, queda muy poco para que pueda producirse algún tipo de estructura en el campo, con lo que éste es aleatorio y no detectable. Pero ocasionalmente hay sucesos de repercusiones globales que nos hacen centrar a muchos de nosotros en un mismo punto de atención y a una inusual coherencia de pensamientos y sensaciones.

 
Ejercicio: Tome entre sus dedos una moneda y láncela al aire doscientas veces. A servidor, el experimento le ha dado el siguiente resultado: 103 veces (51,5%) cayó de cara y 97 veces (48,5%) de cruz. Lanzádola otras doscientas veces, los resultados se aproximaron todavía más: 202 veces (50,5%) cayó de cara y 198 veces (49,5%) de cruz. Repetido el experimento hasta en mil ocasiones, los resultados se volvieron a apretar: 498 veces (49,8%) cayó de cara y 502 veces (50,2%) de cruz. Así, si se repite el experimento infinitas veces, el resultado final estará cada vez más próximo al 50% para cada una de las dos opciones. Como habrá podido comprobar, tanto usted como yo hemos obtenido resultados muy similares.

Lo que he explicado no es sino la simplificación más absoluta de la ley del azar. Si no intervienen factores externos, la norma del 50% no se romperá cuando haya dos opciones en juego. Pero imaginemos que, tras mil lanzamientos, obtengamos cara 580 veces (58%) y cruz en 420 ocasiones (42%). En este caso, la norma se ha roto por una causa que no se puede atribuir al azar. Pongamos por caso que la moneda tiene su peso desequilibrado, que hayamos usado un pequeño truco para inclinarla hacia un lado o que hubiéramos cometido algún error humano a la hora de apuntar los datos. En todo caso, siempre habrá una explicación racional para esa desviación. ¿Hay alguna forma de evitar esa interferencia exterior? Efectivamente, esa fórmula existe.

Le podemos pedir a un programador de software informático que cree un programa en el cual se lance virtualmente esa moneda rigiéndose en su código interno por las leyes del azar más puro. Y puesto que el lenguaje informático es un lenguaje binario, mejor que la moneda, lo ideal es utilizar un mecanismo que elija aleatoriamente entre ceros y unos. Es como si cogiéramos mil fichas y escribiéramos en la mitad de ellas un “1” y en la otra mitad un “0”. Si las metemos en una bolsa negra y poco a poco vamos sacándolas, el resultado siempre irá tendiendo al 50 por ciento de ceros y unos a medida que ampliamos el número de extracciones. Ese tipo de experimento, realizado por ordenador, anulará cualquier tipo de injerencia y el azar se cumplirá. Pero a veces –pese a severas precauciones– el azar se quiebra. Y aquí llega lo que pretendo contarles.

Paso I: ¡el azar se ha roto!
 
La investigación que les presento a continuación arrancó en 1998, sigue en nuestros días y probablemente dará resultados definitivos durante la segunda década del siglo XXI. No les exagero si les anticipo que será uno de los más grandes descubrimientos científicos de todos los tiempos. Se trata de un enigma desestabilizador en grado máximo. Ya verán cómo lo que les cuento a partir de este punto no les dejará indiferentes…
Nos situamos en el PEAR, el “Laboratorio de Investigación de Anomalías” de la Universidad de Princeton –Estados Unidos–, organismo que está dirigido por el profesor emérito Roger Nelson, un científico de primera línea que, junto a su equipo, desarrolló máquinas informáticas capacitadas para generar aleatoriamente secuencias de ceros y unos. Denominó a cada una de esas máquinas “electrogaiagramas” –EGGs– y las preparó para que ningún elemento ajeno interviniera desvirtuando el azar. Así lo comprobó en repetidas pruebas, ya que los EGGs generaban doscientos unos y ceros cada segundo de forma aleatoria. Siguiendo esa proporción, la máquina “fabricaba” 720.000 secuencias cada hora.

Con tal cantidad de pruebas, el azar se cumplió casi con meridiana exactitud: 50% de unos y 50% de ceros. Además, la máquina proyectaba sobre un diagrama cartesiano una línea en la cual se marcaban los resultados sobre otra que equivalía al azar. En condiciones normales, ambas líneas debían ser ciertamente similares, y solaparse una con otra. Pero en 1997 descubrió que, en ocasiones, la línea de unos y ceros mostraba un comportamiento extraño. Es decir, a ciertas horas y en momentos muy determinados, el programa informático “elegía” más ceros que unos o al revés. A partir de ese momento –confirmadas las primeras sospechas por parte de Nelson– decidió iniciar su experimento a gran escala tras no pocas gestiones. Encontró colaboradores en medio mundo, centros universitarios dispuestos a participar en su trabajo, y logística para llevar adelante la sorprendente iniciativa.

Paso II: el experimento… en marcha
 
Se fabricaron noventa y un aparatos EGG que fueron ubicados en laboratorios científicos. Todos juntos generaban cada hora una secuencia de más de sesenta y cinco millones de números que se enviaban por fibra óptica a la Universidad de Princeton, en donde los especialistas en estadística y matemáticas del laboratorio PEAR analizaban las gráficas resultantes. Así, por tanto, estamos ante un experimento que presenta todos sus protocolos en sintonía con los necesarios para un estudio científico.

Todos los EGGs funcionan de manera ininterrumpida. Durante la práctica totalidad del tiempo, la gráfica resultante de los ceros y unos emitidos muestra una línea regida por el azar. Sin embargo, el equipo de expertos que analiza los datos volvió a registrar la “anomalía”: en determinadas fechas y a horas muy concretas, las leyes del azar quebraban y en el gráfico se advertían muchos más ceros que unos o viceversa. Efectuados los cálculos pertinentes, se llegó a la conclusión de que esa alteración no era casual y que se debía a alguna razón que modificaba la emisión aleatoria de números. Lo llamativo es que las anomalías se producían –y se producen, porque el trabajo todavía está en marcha– a la vez en gran parte de los EGGs. Por lo tanto, la causa del azar quebrado no se podía hallar en razones tecnológicas o informáticas…

Paso III: identificación de anomalías
 
Pero el asunto se complicó cuando se descubrió algo verdaderamente impactante: las anomalías coincidían en el tiempo con sucesos de gran calado internacional como los atentados del 11-S, la muerte del Papa o el inicio de la guerra en Irak. Es decir, sucesos que generan una poderosa carga emocional en cientos de millones de personas a la vez. ¿Es posible que la causa que modificara el azar tuviera que ver con esos sentimientos colectivos? Es como si, de algún modo, esa carga mental interfiriera en los EGGs a través de mecanismos desconocidos para la ciencia. Estamos hablando de una suerte de sexto sentido colectivo…
El equipo de Roger Nelson propuso que la existencia de “conciencia global” podía ser la causa de las alteraciones. Por ejemplo, cuando el 11 de marzo de 2004 una decena de bombas estallaron en varios trenes en Madrid provocando casi doscientos muertos, los EGGs registraron una intensa modificación –surgieron muchos más unos que ceros– aproximadamente media hora después de los hechos, es decir, justo cuando los medios de comunicación comenzaban a informar de la desgracia, lo que lógicamente generó un enorme pavor en los espectadores y oyentes. Curiosamente, una alteración similar se produjo al día siguiente, cuando millones de personas en todo el país se manifestaron expresando su repulsa. Es como si esa rabia contenida en las concentraciones hubiera generado la alteración de los EGGs.

En la misma Universidad de Princeton se había efectuado un experimento en los años setenta que ofrecía una pista para resolver el enigma al que se enfrentaba el equipo del Proyecto Conciencia Global, que es como se definió a este trabajo. Aquel fue realizado por el profesor Robert Jahn gracias a un generador aleatorio de números, un aparato similar al fabricado para este nuevo experimento. Lo que hizo para su trabajo fue escoger al azar a individuos a los que se pedía que se situaran frente a la máquina, para que intentaran con su mente modificar el azar en la sucesión de números resultantes. La conclusión a la que llegó es que algunos de los individuos con los que trabajó disponían de un “sexto sentido” gracias al cual influían en la máquina generadora de números.

En cierto modo, lo que se plantea en este estudio –que puede revolucionar la ciencia en el siglo XXI– es que existe una suerte de conciencia global capaz de influir en mecanismos físicos. Realmente, la existencia de esa conciencia global ha sido objeto de divagaciones de filósofos a lo largo de los últimos decenios. Pero no ha sido nada más que eso: filosofía. Por ejemplo, sabios como el teólogo Teilhard de Chardin teorizaron sobre la “noosfera”, la mente única global a la que se encaminaría la humanidad en el futuro como fruto de la evolución de la especie. Ya antes, un médico canadiense llamado Richard M. Burke, propuso a finales del siglo XIX que existe “una conciencia que comprende todos los datos del universo y de la que todos los hombres pueden llegar a ser partícipes”. Otro teórico llamado William James Osty definió esta mente global como “una conciencia en la que están almacenadas todas las vivencias humanas que han tenido lugar y quizá todo plan futuro de vida”. Lo que el experimento que se está llevando a cabo en la Universidad de Princeton puede conseguir en este siglo es resolver el enigma, confirmando que puede demostrarse científicamente la teoría sobre la conciencia global.

Así pues, lo que incluso parece deducirse de este trabajo es que esa “conciencia global” es capaz incluso de adelantarse en el tiempo a los acontecimientos que se van a producir. Esto nos hace pensar en que esa “noosfera” es elástica y capaz de trascender más allá del tiempo.

Confirmar la existencia de la “conciencia global” sería situarnos en un nivel de conocimiento que nos mostraría al ser humano como algo mucho más poderoso de lo que pensamos. Querría decir que la fuerza mental de muchos individuos, al unísono, es capaz de provocar modificaciones en el plano físico, con todas las implicaciones que este hecho tendría para la ciencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario