La culpa viene siendo una de los grandes problemas de la percepción humana en nuestra actual sociedad. Comprender el perdón nos lleva a experimentar un gran paso hacia el crecimiento espiritual.
No te engañes. Si sigues sufriendo, si te sientes víctima del mundo o de alguna persona en concreto, si por dentro estás juzgando o atacando a lo que ves… no has perdonado. El perdón se caracteriza fundamentalmente por sus efectos: paz interior y liberación de los hechos y las personas. Puede que pienses que has hecho un buen número de visualizaciones, o que hayas llorado algo tan intensamente que te de la sensación de que el perdón ya esté concluido. Sin embargo, el perdón no se define por el esfuerzo realizado ni por la cantidad de sufrimiento que hayas expresado. Se define por sus efectos liberadores, y estos suceden solamente cuando en la profundidad de tu mente se asienta un verdadero cambio de percepción.
UNA DECISIÓN AL CAMBIO
Según somos, así vemos el mundo, y según vemos el mundo, así creemos ser. Esto se debe a que, en realidad, y tras la apariencia de un cuerpo, una serie de disfraces sociales y una batería de recuerdos personales, lo que somos es conciencia pura. La conciencia se define por ver. El “modo de ser” de un punto de conciencia concreto no es otra cosa que un particular modo de ver o percibir al que habitualmente llamas “yo”.
¿Cuál podría ser el motivo para desear cambiar mi modo de ver/ser? Primero de todo, uno tendría que aceptar la idea de que, efectivamente, según mi modo de ver, siento de un modo u otro, por lo tanto soy el responsable de mis propios sentimientos. Además, es preciso haberme percatado de que dispongo de la capacidad natural intrínseca de cambiar esos programas y patrones mentales que organizan mi modo de ver y que causan mi malestar. Por último, es necesario reconocer que con el modo de ver actual experimento sufrimiento de diversos modos. Y no estoy dispuesto a conformarme ¿porqué hacerlo si está en mi mano cambiarlo?
Para cambiar de un modo natural deben encajar tres factores: es razonable, es posible y es mi voluntad. La misma experiencia del cambio de percepción te hará saber además que es el único modo auténtico de hacer un beneficio sustancial y profundo a ti mismo y a tu entorno en cualquier situación de conflicto.
El modo de ver y de verme responde a mi mentalidad. Si hablamos de un cambio de mentalidad, estamos hablando de un cambio profundo, y por supuesto tu “mente programada” o ego intentará una y otra vez evitar que tú realices ningún tipo de cambio interno, impulsándote más bien a todo tipo de esfuerzos e intentos proyectados a lo externo
.
El perdón comienza por esta disposición al cambio como una actitud estable. Desde la humildad de comprender que algo debo de estar percibiendo mal, ya que experimento sufrimiento y además hago sufrir a los demás, me veo con el suficiente poder como para cambiar mi interior y decido hacerlo. Bien, todavía no sabemos cómo vamos a cambiar, pero ya hemos dado el primer paso: estamos dispuestos a ello.
Una actitud humilde
En esta primera y profunda decisión comienza el perdón. Y no solo comienza, sino que esta decisión debe actualizarse en cada día, y particularmente, en cada perturbación emocional. Por un lado es importante recordar cada día nuestra intención de cambiar interiormente, nuestra apertura al cambio hacia una mentalidad mayor, en momentos de autoconciencia, silencios, meditaciones o prácticas interiores, cualquiera que sea nuestro manera, pero de un modo voluntario, consciente y cotidiano. Por otro lado, además, cada emoción debe de ser atendida desde esta actitud, ha de ser acompañada con este espíritu de cambio profundo. Es como un entrenamiento mental nuevo para que en cada sentimiento no dejemos que la energía emocional sea usurpada por nuestra mente programada para reaccionar como siempre lo ha hecho, sino que en ese mismo instante recordemos nuestra decisión de cambiar. Y no queremos cambiar la emoción en sí, que es un honesto indicativo, un mensajero al que nos abrimos, sino que estamos trabajando para penetrar a la causa interna donde se produjo el sufrimiento.
Este es el perdón en presente. Hay que aprender a honrar nuestra emoción, nuestro sentimiento, y abrazarlo con nuestra conciencia. En ese mismo gesto hay una apertura, una disposición de cambio, una humildad profunda ante la emoción que en otro momento nos hubiera desbordado, pero de la que ahora nos disponemos a aprender.
Es como un reconocer que “no sé”, y que “deseo saber”. Recordemos que hay dos mentes: una de ellas está dispuesta a luchar frente a todo lo que sucede, es la mente que se defiende y parece defenderte, y a la que por supuesto, guiado por una omnipresente cultura del miedo, le has dado todo el poder de dirigir tu vida. La otra mente no impone nada, aprende, se abre, confía y es la verdadera guía de tu evolución. A esta otra mente solo la permites funcionar ocasionalmente, pero te ha hecho pasar tus mejores momentos, en aquellos en los que has podido recordar lo que verdaderamente eres. Ambas mentes no pueden funcionar simultáneamente, y se requiere tu voluntad para cambiar de usar unas gafas a usar las otras. La mente que aprende es la mente que sabe que no sabe, y es la mente que debe de ser constantemente hecha presente por tu decisión consciente. Hay inercia, y por supuesto, es natural experimentar oposición. Esta oposición se hace natural con el paso del tiempo, ¡hasta llegas a perdonarla!
Esto se convierte en una actitud de perdón, una presencia muy enfocada en tu emoción y en tu reacción, y que en lugar de buscar culparte por cada cosa que haces mal, tan solo pretende aprender bajo un nuevo sentido, basado en el silencio, el sentir, en el conocimiento íntimo e intuitivo, no articulado y profundo que surge de tu emoción sentida y hecha tuya.
La culpa dificulta el aprendizaje
Existe un virus en nuestra mente programada llamado culpa. Su misión principal es hacernos sentir que somos malos, incompletos, vulnerables e incapaces. Este virus mental estará muy atento a cada reacción emocional para decirte: “La emoción es mala. No debiste de hacer esto, lo haces todo mal, nunca llegarás a nada, no puedes salir de tu prisión”.
La vida te presenta oportunidades para abrirte al cambio y al aprendizaje en formato de emociones intensas que te informan sobre una discordancia interior, una falta de armonía profunda entre lo que es y tu percepción interna actual. Es el momento en el que puedes cambiar la percepción, el momento en el que es necesario que tu voluntad y tu conciencia estén alineadas. Entonces es cuando suele aparecer el virus de la culpa para intentar hacerte sentir mal, castigarte, minar tu autoestima y atacar tu identidad de modo que asocies definitivamente el castigo a tu aprendizaje.
En vez de aprender de una percepción errónea o programa disfuncional, la culpa te sumirá en la incapacidad con un definitivo “eres malo, no sirves”. Por lo tanto, una de las tareas del perdón es reconocer estos patrones de culpa que se presentan y desestimarlos al darnos cuenta de que solo sirven para hacer difícil nuestra voluntad de cambio interior. Sencillamente, son herramientas que pretenden prolongar los programas erróneos, son los medios de supervivencia del ego.
El instante del cambio
Cuando en uno de estos momentos de perturbación interior, que tan a menudo nos ofrece la vida, somos capaces de abrazar nuestra emoción y de repente encontrar en la persona que hay delante algo distinto, ocurre algo especial que sentimos como auténticamente sagrado. Entiendo por sagrado aquello que apunta hacia lo verdadero.
Ha llegado el conflicto interno con todos sus programas habituales en jauría en pos de atrapar esa energía emocional que aflora, pero esta vez yo estaba preparado, y abrazando la emoción, los programas mentales no han sido atendidos, no han encontrado mi crédito y por tanto no han conseguido alimento. No han sido escuchados porque he decidido cambiar, me he abierto a algo nuevo en este preciso instante: he permanecido presente y he recibido mi emoción. He respirado y en lugar de pensar, he estado atento a mi cuerpo, a mi energía interna, y he dejado que sucediera. He aceptado esta energía y he estado con ello. Tal vez he necesitado entrenamiento antes de llegar a este momento, pero esta vez… ¡ha sucedido!
Entonces, limpio de programas, ahora he decidido ver a la otra persona de otro modo. Mirando más allá de las formas de su cuerpo, más allá de los papeles que representa, más allá de sus defensas y más allá de mis recuerdos de dolor. Muy profundamente he traspasado el sentir del momento y ahora digo internamente: “quiero ver amor, quiero ver belleza”.
Mi conciencia empieza a buscar rasgos de amor, de belleza, de paz, de comunión en la otra persona, y aunque sea por un instante, recuerdo que debajo de todas las apariencias, aquella persona que estoy viendo, en lo profundo, es algo muy familiar, un viejo conocido. Soy yo mismo bajo otra apariencia.
Aquí hablamos de sentir esta experiencia, de desearla, de estar dispuesto a ella. Esto no se puede alcanzar intelectualmente. El perdón es el proceso mediante el cual actualizamos esta experiencia el máximo número de veces posible y nos preparamos cada día para ella. Es un momento sagrado.
Tan profunda e impresionante experiencia, en la que un enemigo ha pasado a ser un amigo en tu conciencia solo por el gesto poderoso de tu voluntad, te hace saber que efectivamente, y tal como indica la física cuántica y la sabiduría milenaria, todo el poder está en tu conciencia. Estás sanando tu mente, y lo que es mejor, estás sanando la mente colectiva al haber transmutado tu punto de conciencia desde una mentalidad que producía separación, sufrimiento y conflicto en otra mentalidad que elige y experimenta ver amor, perdón y comunión.
El proceso
La experiencia que acabo de describir es unos de los objetivos que se plantea el serio estudiante del perdón. Para ello siempre se requiere un entrenamiento en la sensibilidad emocional, en la autoaceptación incondicional –que implica, además de aceptar la emoción, ver cómo llega la culpa y dejar de creer en su castigo- y en el cambio de mentalidad –la integración de las ideas del perdón.
Muchas veces es este último requisito el más difícil: aceptar las ideas del perdón. El perdón dice que eres amor, que todos lo somos, y que podemos experimentarlo si lo deseamos en verdad, estamos dispuestos a compartirnos y somos capaces de soltar las viejas defensas del ego. Claro, estas defensas del ego te las enseñará el mundo de mil maneras y puede ser que al principio te sientas un poco solo en tu propósito de cambio. Sin embargo, un proceso sucede en la persona que trabaja con constancia y profundidad el perdón, pronto siente una especie de apoyo espiritual que le acompaña en sus constantes cambios de percepción. Al decidir dejar tu mente pequeña sumida en programaciones y decidir abrirte una mentalidad mayor, te sientes internamente lleno, va naciendo poco a poco una nueva plenitud, una seguridad interior que te ayuda a ir dejando caer las capas de ego. Has empezado a descubrir lo que eres porque cada día lo sientes. Eres amor.
Los cambios de percepción
El cambio de percepción es una serie de trabajos espirituales que hacemos en la vida cotidiana mientras vamos a la compra, llevamos a los niños al colegio, pagamos las facturas, conducimos al trabajo, nos entrevistamos con clientes, paseamos, hablamos con nuestro jefe, cuidamos a nuestros padres, escuchamos a nuestros hijos o discutimos con nuestra pareja. En todos esos momentos, nuestra voluntad puede regar de conciencia unas escondidas semillas de cambio hacia la una mentalidad más verdadera. Esas semillas aguardan su momento para florecer en cada uno de nosotros.
En cada cambio de percepción que somos capaces de elegir, la respuesta emocional nos sorprende y nos deja marcados: algo ha pasado que no puedo comprender ni explicar. Sé en lo más íntimo que he conectado con los mecanismos profundos del perdón espiritual. El proceso supera con mucho lo explicable. He sido bendecido con una ducha de paz, y sé que algo verdadero ha sucedido.
Antes de comenzar a perdonar, puede ser que leyera y hablara sobre espiritualidad, que acudiera a reuniones y conferencias, que hiciera cursos y terapias. Al perdonar, sin embargo, experimento mi Ser cada día, y eso es verdadera espiritualidad. El perdón es la conexión más profunda que existe entre el Cielo y la tierra, esa que solo puede ocurrir cuando tu mente rompe sus límites y se abre a la plenitud.
La persona que hay delante de ti no está fuera de ti, ni dentro. Sencillamente, ambos sois lo mismo más allá de cualquier forma o papel que estéis representando. Esa persona es tu subconsciente. Ha tomado otra forma, al igual que tú has tomado todas tus formas físicas, emocionales y sociales, y se presenta ante ti en busca de tu reconocimiento. Mediante el cambio de percepción eres capaz de ver la verdad en medio de la aparente confusión, el caos aparente de los cuerpos moviéndose, las culpas, las opiniones, los ataques y las competiciones. Esto sucede, lo puede experimentar cualquiera que sienta la llamada interna de su voluntad, su efecto es transformador y cada vez se hace más profundo en la medida que crece tu conciencia esencial.
Según avanzamos en la práctica del cambio de percepción, la certeza íntima de ser amor se hace firme, profunda, una identidad sin forma ni límites que te hace sentir seguro pese a la incertidumbre. El Ser se hace accesible según te vas limpiando interiormente de miedos, culpas y victimismos. Eres inocente, nada pudo pasar de otro modo, no hay nada que temer, ni que controlar. No hace falta luchar, no hay nada contra lo que luchar. Sentir es descubrir, cambiar es aprender, amar es expresar mi Ser. Mi función es darme completamente a este cambio, mi función es perdonar y en ella radica mi felicidad.
Jorge LomarEscritor, facilitador y orientador. Co-fundador de la Escuela del Perdón.
Compilado: Anonimo Donoso.
http://www.asociacionconciencia.org
No te engañes. Si sigues sufriendo, si te sientes víctima del mundo o de alguna persona en concreto, si por dentro estás juzgando o atacando a lo que ves… no has perdonado. El perdón se caracteriza fundamentalmente por sus efectos: paz interior y liberación de los hechos y las personas. Puede que pienses que has hecho un buen número de visualizaciones, o que hayas llorado algo tan intensamente que te de la sensación de que el perdón ya esté concluido. Sin embargo, el perdón no se define por el esfuerzo realizado ni por la cantidad de sufrimiento que hayas expresado. Se define por sus efectos liberadores, y estos suceden solamente cuando en la profundidad de tu mente se asienta un verdadero cambio de percepción.
UNA DECISIÓN AL CAMBIO
Según somos, así vemos el mundo, y según vemos el mundo, así creemos ser. Esto se debe a que, en realidad, y tras la apariencia de un cuerpo, una serie de disfraces sociales y una batería de recuerdos personales, lo que somos es conciencia pura. La conciencia se define por ver. El “modo de ser” de un punto de conciencia concreto no es otra cosa que un particular modo de ver o percibir al que habitualmente llamas “yo”.
¿Cuál podría ser el motivo para desear cambiar mi modo de ver/ser? Primero de todo, uno tendría que aceptar la idea de que, efectivamente, según mi modo de ver, siento de un modo u otro, por lo tanto soy el responsable de mis propios sentimientos. Además, es preciso haberme percatado de que dispongo de la capacidad natural intrínseca de cambiar esos programas y patrones mentales que organizan mi modo de ver y que causan mi malestar. Por último, es necesario reconocer que con el modo de ver actual experimento sufrimiento de diversos modos. Y no estoy dispuesto a conformarme ¿porqué hacerlo si está en mi mano cambiarlo?
Para cambiar de un modo natural deben encajar tres factores: es razonable, es posible y es mi voluntad. La misma experiencia del cambio de percepción te hará saber además que es el único modo auténtico de hacer un beneficio sustancial y profundo a ti mismo y a tu entorno en cualquier situación de conflicto.
El modo de ver y de verme responde a mi mentalidad. Si hablamos de un cambio de mentalidad, estamos hablando de un cambio profundo, y por supuesto tu “mente programada” o ego intentará una y otra vez evitar que tú realices ningún tipo de cambio interno, impulsándote más bien a todo tipo de esfuerzos e intentos proyectados a lo externo
.
El perdón comienza por esta disposición al cambio como una actitud estable. Desde la humildad de comprender que algo debo de estar percibiendo mal, ya que experimento sufrimiento y además hago sufrir a los demás, me veo con el suficiente poder como para cambiar mi interior y decido hacerlo. Bien, todavía no sabemos cómo vamos a cambiar, pero ya hemos dado el primer paso: estamos dispuestos a ello.
Una actitud humilde
En esta primera y profunda decisión comienza el perdón. Y no solo comienza, sino que esta decisión debe actualizarse en cada día, y particularmente, en cada perturbación emocional. Por un lado es importante recordar cada día nuestra intención de cambiar interiormente, nuestra apertura al cambio hacia una mentalidad mayor, en momentos de autoconciencia, silencios, meditaciones o prácticas interiores, cualquiera que sea nuestro manera, pero de un modo voluntario, consciente y cotidiano. Por otro lado, además, cada emoción debe de ser atendida desde esta actitud, ha de ser acompañada con este espíritu de cambio profundo. Es como un entrenamiento mental nuevo para que en cada sentimiento no dejemos que la energía emocional sea usurpada por nuestra mente programada para reaccionar como siempre lo ha hecho, sino que en ese mismo instante recordemos nuestra decisión de cambiar. Y no queremos cambiar la emoción en sí, que es un honesto indicativo, un mensajero al que nos abrimos, sino que estamos trabajando para penetrar a la causa interna donde se produjo el sufrimiento.
Este es el perdón en presente. Hay que aprender a honrar nuestra emoción, nuestro sentimiento, y abrazarlo con nuestra conciencia. En ese mismo gesto hay una apertura, una disposición de cambio, una humildad profunda ante la emoción que en otro momento nos hubiera desbordado, pero de la que ahora nos disponemos a aprender.
Es como un reconocer que “no sé”, y que “deseo saber”. Recordemos que hay dos mentes: una de ellas está dispuesta a luchar frente a todo lo que sucede, es la mente que se defiende y parece defenderte, y a la que por supuesto, guiado por una omnipresente cultura del miedo, le has dado todo el poder de dirigir tu vida. La otra mente no impone nada, aprende, se abre, confía y es la verdadera guía de tu evolución. A esta otra mente solo la permites funcionar ocasionalmente, pero te ha hecho pasar tus mejores momentos, en aquellos en los que has podido recordar lo que verdaderamente eres. Ambas mentes no pueden funcionar simultáneamente, y se requiere tu voluntad para cambiar de usar unas gafas a usar las otras. La mente que aprende es la mente que sabe que no sabe, y es la mente que debe de ser constantemente hecha presente por tu decisión consciente. Hay inercia, y por supuesto, es natural experimentar oposición. Esta oposición se hace natural con el paso del tiempo, ¡hasta llegas a perdonarla!
Esto se convierte en una actitud de perdón, una presencia muy enfocada en tu emoción y en tu reacción, y que en lugar de buscar culparte por cada cosa que haces mal, tan solo pretende aprender bajo un nuevo sentido, basado en el silencio, el sentir, en el conocimiento íntimo e intuitivo, no articulado y profundo que surge de tu emoción sentida y hecha tuya.
La culpa dificulta el aprendizaje
Existe un virus en nuestra mente programada llamado culpa. Su misión principal es hacernos sentir que somos malos, incompletos, vulnerables e incapaces. Este virus mental estará muy atento a cada reacción emocional para decirte: “La emoción es mala. No debiste de hacer esto, lo haces todo mal, nunca llegarás a nada, no puedes salir de tu prisión”.
La vida te presenta oportunidades para abrirte al cambio y al aprendizaje en formato de emociones intensas que te informan sobre una discordancia interior, una falta de armonía profunda entre lo que es y tu percepción interna actual. Es el momento en el que puedes cambiar la percepción, el momento en el que es necesario que tu voluntad y tu conciencia estén alineadas. Entonces es cuando suele aparecer el virus de la culpa para intentar hacerte sentir mal, castigarte, minar tu autoestima y atacar tu identidad de modo que asocies definitivamente el castigo a tu aprendizaje.
En vez de aprender de una percepción errónea o programa disfuncional, la culpa te sumirá en la incapacidad con un definitivo “eres malo, no sirves”. Por lo tanto, una de las tareas del perdón es reconocer estos patrones de culpa que se presentan y desestimarlos al darnos cuenta de que solo sirven para hacer difícil nuestra voluntad de cambio interior. Sencillamente, son herramientas que pretenden prolongar los programas erróneos, son los medios de supervivencia del ego.
El instante del cambio
Cuando en uno de estos momentos de perturbación interior, que tan a menudo nos ofrece la vida, somos capaces de abrazar nuestra emoción y de repente encontrar en la persona que hay delante algo distinto, ocurre algo especial que sentimos como auténticamente sagrado. Entiendo por sagrado aquello que apunta hacia lo verdadero.
Ha llegado el conflicto interno con todos sus programas habituales en jauría en pos de atrapar esa energía emocional que aflora, pero esta vez yo estaba preparado, y abrazando la emoción, los programas mentales no han sido atendidos, no han encontrado mi crédito y por tanto no han conseguido alimento. No han sido escuchados porque he decidido cambiar, me he abierto a algo nuevo en este preciso instante: he permanecido presente y he recibido mi emoción. He respirado y en lugar de pensar, he estado atento a mi cuerpo, a mi energía interna, y he dejado que sucediera. He aceptado esta energía y he estado con ello. Tal vez he necesitado entrenamiento antes de llegar a este momento, pero esta vez… ¡ha sucedido!
Entonces, limpio de programas, ahora he decidido ver a la otra persona de otro modo. Mirando más allá de las formas de su cuerpo, más allá de los papeles que representa, más allá de sus defensas y más allá de mis recuerdos de dolor. Muy profundamente he traspasado el sentir del momento y ahora digo internamente: “quiero ver amor, quiero ver belleza”.
Mi conciencia empieza a buscar rasgos de amor, de belleza, de paz, de comunión en la otra persona, y aunque sea por un instante, recuerdo que debajo de todas las apariencias, aquella persona que estoy viendo, en lo profundo, es algo muy familiar, un viejo conocido. Soy yo mismo bajo otra apariencia.
Aquí hablamos de sentir esta experiencia, de desearla, de estar dispuesto a ella. Esto no se puede alcanzar intelectualmente. El perdón es el proceso mediante el cual actualizamos esta experiencia el máximo número de veces posible y nos preparamos cada día para ella. Es un momento sagrado.
Tan profunda e impresionante experiencia, en la que un enemigo ha pasado a ser un amigo en tu conciencia solo por el gesto poderoso de tu voluntad, te hace saber que efectivamente, y tal como indica la física cuántica y la sabiduría milenaria, todo el poder está en tu conciencia. Estás sanando tu mente, y lo que es mejor, estás sanando la mente colectiva al haber transmutado tu punto de conciencia desde una mentalidad que producía separación, sufrimiento y conflicto en otra mentalidad que elige y experimenta ver amor, perdón y comunión.
El proceso
La experiencia que acabo de describir es unos de los objetivos que se plantea el serio estudiante del perdón. Para ello siempre se requiere un entrenamiento en la sensibilidad emocional, en la autoaceptación incondicional –que implica, además de aceptar la emoción, ver cómo llega la culpa y dejar de creer en su castigo- y en el cambio de mentalidad –la integración de las ideas del perdón.
Muchas veces es este último requisito el más difícil: aceptar las ideas del perdón. El perdón dice que eres amor, que todos lo somos, y que podemos experimentarlo si lo deseamos en verdad, estamos dispuestos a compartirnos y somos capaces de soltar las viejas defensas del ego. Claro, estas defensas del ego te las enseñará el mundo de mil maneras y puede ser que al principio te sientas un poco solo en tu propósito de cambio. Sin embargo, un proceso sucede en la persona que trabaja con constancia y profundidad el perdón, pronto siente una especie de apoyo espiritual que le acompaña en sus constantes cambios de percepción. Al decidir dejar tu mente pequeña sumida en programaciones y decidir abrirte una mentalidad mayor, te sientes internamente lleno, va naciendo poco a poco una nueva plenitud, una seguridad interior que te ayuda a ir dejando caer las capas de ego. Has empezado a descubrir lo que eres porque cada día lo sientes. Eres amor.
Los cambios de percepción
El cambio de percepción es una serie de trabajos espirituales que hacemos en la vida cotidiana mientras vamos a la compra, llevamos a los niños al colegio, pagamos las facturas, conducimos al trabajo, nos entrevistamos con clientes, paseamos, hablamos con nuestro jefe, cuidamos a nuestros padres, escuchamos a nuestros hijos o discutimos con nuestra pareja. En todos esos momentos, nuestra voluntad puede regar de conciencia unas escondidas semillas de cambio hacia la una mentalidad más verdadera. Esas semillas aguardan su momento para florecer en cada uno de nosotros.
En cada cambio de percepción que somos capaces de elegir, la respuesta emocional nos sorprende y nos deja marcados: algo ha pasado que no puedo comprender ni explicar. Sé en lo más íntimo que he conectado con los mecanismos profundos del perdón espiritual. El proceso supera con mucho lo explicable. He sido bendecido con una ducha de paz, y sé que algo verdadero ha sucedido.
Antes de comenzar a perdonar, puede ser que leyera y hablara sobre espiritualidad, que acudiera a reuniones y conferencias, que hiciera cursos y terapias. Al perdonar, sin embargo, experimento mi Ser cada día, y eso es verdadera espiritualidad. El perdón es la conexión más profunda que existe entre el Cielo y la tierra, esa que solo puede ocurrir cuando tu mente rompe sus límites y se abre a la plenitud.
La persona que hay delante de ti no está fuera de ti, ni dentro. Sencillamente, ambos sois lo mismo más allá de cualquier forma o papel que estéis representando. Esa persona es tu subconsciente. Ha tomado otra forma, al igual que tú has tomado todas tus formas físicas, emocionales y sociales, y se presenta ante ti en busca de tu reconocimiento. Mediante el cambio de percepción eres capaz de ver la verdad en medio de la aparente confusión, el caos aparente de los cuerpos moviéndose, las culpas, las opiniones, los ataques y las competiciones. Esto sucede, lo puede experimentar cualquiera que sienta la llamada interna de su voluntad, su efecto es transformador y cada vez se hace más profundo en la medida que crece tu conciencia esencial.
Según avanzamos en la práctica del cambio de percepción, la certeza íntima de ser amor se hace firme, profunda, una identidad sin forma ni límites que te hace sentir seguro pese a la incertidumbre. El Ser se hace accesible según te vas limpiando interiormente de miedos, culpas y victimismos. Eres inocente, nada pudo pasar de otro modo, no hay nada que temer, ni que controlar. No hace falta luchar, no hay nada contra lo que luchar. Sentir es descubrir, cambiar es aprender, amar es expresar mi Ser. Mi función es darme completamente a este cambio, mi función es perdonar y en ella radica mi felicidad.
Jorge LomarEscritor, facilitador y orientador. Co-fundador de la Escuela del Perdón.
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