Somos responsables de lo que decimos. Cada palabra tiene una vibración específica y va a asociada a un sentimiento y pensamientos determinados.
Sabemos que los pensamientos son energía y que atraen a su igual. También que nuestra mente está pensando todo el tiempo, eso es lo que hace, así como los riñones filtran o el intestino delgado asimila; acción que detona la creación de experiencias. Pero, ¿conoces el poder de la palabra?
El pensamiento va apoyado por la palabra y así como hemos sido programados a pensar mal, hemos aprendido a hablar peor, se nos olvida el poder de la palabra y la usamos sin ninguna conciencia.
La mecánica va: pensamiento, palabra y obra, es decir, a través de la palabra apoyamos lo que pensamos, muchas veces sin saber que nuestro subconsciente no sabe de bromas y que cuando decimos algo lo toma como una verdad absoluta y hace todo lo posible para materializarlo.
Es por esto que debemos estar muy pendientes de lo que decimos. Nuestra palabra es ley, se nos dice: pide y se te dará, y esto es real.
Es increíble el efecto que producen las cosas que decimos y las consecuencias de ello.
Las palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y sentimientos que luego se pueden transformar en acciones, de ahí la importancia de revisar nuestros pensamientos porque allí comienza todo.
Si los pensamientos son energía, el poder de las palabras es aún más grande porque son profecías autoproclamadas. Por eso, hay que aprender a hablar bien y a poner atención en lo que decimos para empezar a practicar los decretos, afirmaciones o líneas de poder, aquí te damos algunos consejos:
Habla en positivo: Se debe poner atención en una mente programada en negativo, ya que la palabra “no” es convertida en el inconsciente por un “sí”, es decir, al expresar “yo ya no me enfermo”, es igual a “yo me enfermo todo el tiempo”. Debemos aprender a poner nuestra atención en lo que sí quiero vivir.
Cuida los tiempos: Nos educaron que lo negativo era para este momento mientras que lo positivo era para el futuro; olvidándonos que el único tiempo real es este instante; por lo tanto, debemos aprender a decretar en el aquí y en el ahora.
Elige para quién es el decreto: El poder de la palabra se extiende con tus semejantes, por eso debes elegir a quién va destinada la afirmación, puede ser para mí, para ti, para un hijo o un amigo. Decretar es el buen decir que es igual a bendecir y si recordamos que lo que doy me es devuelto, multiplicado y que lo que siembro cosecho, el bendecir es una forma de cosechar.
Somos parte de una trama energética, lo que hacemos incide en la configuración del medio que nos rodea. Las vibraciones que emitimos van moldeando nuestra realidad.
Por esto es tan importante bendecir, que no es otra cosa que “hablar bien”.
Cada palabra tiene una vibración específica y va a asociada a un sentimiento y pensamientos determinados. Al final son distintas formas de manifestación de energía, pero es esa energía creadora la que le da forma a nuestro mundo.
Somos responsables de lo que decimos. Bien nos haría tener presente el poder de estas sutiles herramientas de construcción. Las palabras no son la realidad, pero le dan forma.
La próxima vez que abramos la boca para decir algo, procuremos recordar que aquel inofensivo conjunto de letras puede hacernos vivir un sueño o todo lo contrario.
Compilado: Anonimo Donoso.
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